viernes, 15 de mayo de 2015

D. ANTONIO DE VALBUENA MERECERÍA UNA CALLE


D. ANTONIO DE VALBUENA (PEDROSA, LEÓN. 1844-1929). ESCRITOR MUY POPULAR EN SU ÉPOCA Y TEMIDO POLEMISTA A COSTA DE LA MALA UTILIZACIÓN DEL LENGUAJE POR PARTE DE POLÍTICOS Y PERIODISTAS.


ARTÍCULO FIRMADO POR D. ANTONIO DE VALBUENA EN EL IMPARCIAL EL 30 DE DICIEMBRE DE 1917, CONTRA LA ATROCIDAD DEL GOBIERNO MONÁRQUICO DE ENTONCES DE CAMBIARLE A SAN FERNANDO EL APELLIDO. 



LA REFORMA GEOGRÁFICA (ABSURDA) DE 1916

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Paralela a la avenida de América y a la derecha entrando a Madrid, hay una calle dedicada a nuestro municipio que lleva por nombre San Fernando del Jarama, que incomprensiblemente se comparte, además, con otras calles de otros municipios de Madrid pero de la sierra. 

Para los vecinos de nuestro municipio que descubran o circulen por esta calle, no les queda más remedio que llegar a la conclusión de que el callejero de Madrid hace mucho que no ha sido revisado, o que el padrino que bautizó aquella calle con el nombre de nuestro municipio citando el Jarama en lugar del Henares, no estaba enterado que le habían cambiado el apellido a primeros de siglo. La barriada donde radica la calle fue levantada en realidad hacia los años cincuenta y de esa fecha data su nomenclatura.

Fue una orden del gobierno de Alfonso XIII en 1916, la que cambió el nombre de 573 municipios por la confusión que se producía al llevar todos ellos el mismo nombre principal. En Madrid lo fueron cerca de una veintena, entre ellos el nuestro que perdió el apellido referido al Jarama y adquirió el del Henares sin que ciertamente se entienda muy bien este cambio. Estos nombres (o apellidos sería mejor decir) lo fueron a propuesta de la Real Sociedad Geográfica, y algunos sí que parece que estaban justificados, como es el caso de Belmonte de Tajo que dejó en el olvido el viejo y lapidario nombre de Pozuelo de la Soga que cita Pascual Madoz en su famoso inventario.

Pero a este cambio absurdo del gobierno con respecto del apellido de nuestro pueblo, le salió un replicante inesperado: D. Antonio de Valbuena. Escritor muy popular, seguido y leído por el pueblo (el que sabía leer, claro), y temido, muy temido por su fama de polemista contra todos los próceres del mundo de la política o del periodismo de entonces, a los que atacaba sin piedad por sus atropellos a la lengua. Era todo un torbellino.

Y así fue cómo un treinta de diciembre de 1917 se arrancó con un furibundo artículo en su periódico de El Imparcial contra el gobierno, por haber cambiado el apellido a nuestro municipio. Y es que este hombre vehemente y desde luego implacable con los desmanes gubernamentales, en este caso no le faltaba razón. Así lo argumentaba D. Antonio de Valbuena en su artículo:

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"¡Qué atrocidad!...¡Y qué geográfos! ¡LLamar San Fernando de Henares a un pueblo que no está en la cuenca del río Henares, sino en la del Jarama, y no es en su orilla izquierda y oriental para que no valga decir que está entre los dos ríos, sino en la derecha y occidental, unos cuatro kilómetros más arriba de donde, por la izquierda, vierte en el Jarama sus aguas el Henares, perdiendo su nombre!

¡Apellidar de Henares a San Fernando, pueblo situado a la orilla del Jarama, por lo que siempre se ha llamado San Fernando del Jarama, y pueblo que no tiene contacto con el río Henares, pues entre San Fernando y ese río están interpuestos primero el río Jarama, y después la loma divisoria entre las cuencas del Jarama y el Henares!

Y todavía si el Jarama fuera tributario del Henares cabría el intento de atenuar un poco el desatino diciendo: "Si San Fernando no está en la cuenca del Henares está en la de su afluente". Pero tampoco es así, sino que es al contrario, como claramente lo demuestra el pueblo de Ribas, que está más abajo y se llama Ribas del Jarama. No; no hay nada que atenúe el disparate.

Increíble parece tratándose de un pueblo tan conocido, que está, como quien dice, a las puertas de Madrid, con estación en la vía férrea de Madrid a Zaragoza y Barcelona, con dos puentes sobre el río Jarama, uno moderno para el ferrocarril, y otro antiguo por donde pasa la carretera de Madrid a la Junquera y Francia,

                             que es el puente que se llama
                             por sus peces, de Viveros.

como dice D. Nicolás MORATÍN en sus preciosas quintillas descriptivas de la hazaña del Cid en la fiesta famosa de toros; increíble parece que en reforma promovida por la Real Sociedad Geográfica, y hecha con tantísimo aparato de consultas y sancionada por un Real Decreto de Presidencia del Consejo de Ministros se le llame San Fernando de Henares, río con el que no tiene conexión ninguna.

Mas, por muy increíble que parezca, se ha hecho; así es que ya ni siquiera es necesario creerlo, porque se ve, y hay que rendirse a la evidencia. La Gaceta lo dice y el rótulo de la estación también: un rótulo muy lujoso con letras azules de más de a palmo, que relucen y aun parecen que cantan con el mozo de servicio: ¡San Fernando de Henares!...Allí sobre la misma orilla del Jarama, que con su presencia lo desmiente.

Y después, ¡qué complicidad tan grande y tan triste en la ignorancia y en el yerro! Ninguna corporación administrativa, ningún centro científico ha protestado contra tan enorme despropósito. ¿Qué digo protestar? Al revés: todo el mundo se ha apresurado a decir amén y a aceptarlo."

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Quede aquí también nuestra solidaria protesta casi cien años después con el insigne escritor y polemista D. Antonio de Valbuena, que al menos demostró conocer bien dónde estaba nuestro pueblo y salió en defensa de su viejo nombre. Y con argumentos tan certeros que aún hoy nos parecen de absoluto sentido común. Tanto, que bien mercería que la nueva corporación salida de las próximas elecciones estudiara pedir al gobierno restituir a nuestro municipio su ilustre apellido histórico; tomado pues del río que riega su vega: el Jarama, y no prestado de su afluente. Y si ello no fuera posible por los costes que pudiera tener, al menos ponerle a este hombre el nombre de una pequeña calle en homenaje a su sensata, solitaria y cabal defensa del apellido lógico y natural de San Fernando. O en todo caso, llamar al Ayuntamiento de Madrid para que actualice su callejero de la calle de San Fernando del Jarama. 

Una cosa es segura: el apellido que lleva nuestro municipio es ciertamente fruto de un error incomprensible, si no, como dice D. Antonio, de un yerro inaceptable perpetrado por un despistado ponente de la Real Sociedad Geográfica. Que, para mayor sarcasmo geográfico, parece que ignoraba dónde empieza la comarca del Henares y dónde lo hace la fértil vega del Jarama, que es donde está enclavado nuestro municipio que en su nombre inicial era conocido como Torrejoncillo de la Ribera. Pero de la Ribera del Jarama, claro. 

No hay pues razón alguna ni histórica ni geográfica, ni tampoco de naturaleza política, para comprender la causa por la que a nuestro municipio lo hicieron renegar de su natural apellido, haciendo desaparecer de su nombre no solo el río que lo baña, sino tomando el de su alejado afluente. Es como si hubieran llamado a Madrid del Manzanares, y lo hubieran sustituido por Madrid del Abroñigal. Un disparate.


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